La poesía lírica siguió cultivándose en la Roma imperial, de acuerdo con
los modelos griegos.
Así, una fuente de inspiración importante para el romano Catulo (c. 82-52
a. C) fue la monodia sáfica, de tema amoroso, a la que enriqueció al incorporar
elementos aparentemente opuestos: odio y amor, violencia y dulzura, delicadeza
y crudeza. Por su parte, Horacio (65- a. C.) se inspiró en Alceo y Safo, y
buscó, con la obra odas, dotar a Roma de una poesía lírica que pudiera
rivalizar con la griega. Este autor destaca la importancia del oficio y el
conocimiento técnico para el poeta, y hace énfasis en la función educativa y
religiosa de la poesía, que puede modelar el carácter de la juventud y obtener
el favor de los dioses para la ciudad. Por su parte, Ovidio (43 a. C.-17 d.
C.), autor de Los amores, Las heroidas, El arte de amar y Remedios de amor, fue
un gran cultivador de la elegía.